El destino

– Las doce y media.

Sus palabras parecían repetirse una y otra vez en su mente mientras miraba su reloj. Las sentía como un reproche de si mismo que parecían decirle: “Te lo dije, sabía que ibas a hacer otra tontería”. Ahora sentía las piernas cansadas, las plantas de los pies doloridas y la noche del verano agonizante empezaba a hacerse fría. Se sentía cansado y derrotado, no
quería pensar, tan solo sabía que había vuelto a hacer una estupidez, había vuelto a ilusionarse sin razón, a fantasear y la realidad le había devuelto la decepción. Pero todavía tenía  fuerzas suficientes para recordar lo que le había llevado hasta allí, mientras se
repetía: “Nunca más, nunca más esperes que la vida es algo maravilloso, maravilloso como las películas en las que de la nada surge el amor y que de las casualidades nacen las historias más apasionadas”.

Empezó hace tres días, en la mañana del lunes de esa misma semana, sin que él en realidad pudiera saberlo. Estaba en la comisaría de su barrio, esperando en la cola para renovar el carnet de identidad, cuando apareció una chica en la cola que doblaba la
esquina, a unos tres metros de él, de tal manera que si giraba un poco la cabeza hacia atrás podía verla perfectamente. “Guau, vaya tía más guapa”, pensó. La chica aparentaba apenas veinte años, tenía el pelo más que rubio, casi blanquecino, cortado a la altura de los hombros, los ojos claros de un color que desde allí no podía distinguir, pero de una claridad que junto a la palidez de su rostro y sus labios rosados le daban una candidez y una belleza turbadora. “Quién pudiera conocerla , hablar con ella, besarla, enam…, no, no, déjalo”, ya estaba fantaseando de nuevo imaginando historias de amor surgidas de la nada. Volvió a mirarla con la esperanza de cruzar con ella una mirada, pero no se produjo. Intento hacerse el distraído, el interesante, sonriendo levemente por cualquier cosa para mostrar su sonrisa más seductora, deseando que ella le mirara y descubrirla haciéndolo. Volvió a mirarla y nada. Se dio cuenta de que no estaba haciendo más que el ridículo así que se concienció a si mismo de que jamás conocería a esa chica, ni hablaría con ella, ni volvería a verla después de que se fuera de allí. Una vez que recobró la racionalidad pensó que no había nada que le impidiera disfrutar de una cara bonita mientras esperaba en la cola, así que volvió a mirarla, pero ella había desaparecido, lo que casi le hizo sentir un alivio y se olvidó de todo.

Se olvidó de todo hasta el día siguiente, el martes por la tarde. El había salido a correr un rato en un parque cercano a su casa. Llevaba cuarenta minutos corriendo y ya estaba un
bastante cansado. Al girar en una curva divisó dos figuras femeninas a las que no prestó mucha atención, estaba demasiado exhausto, pero a un par de metros de cruzarse con ellas levantó la cabeza y se sorprendió al ver a la chica del día anterior en la que no había vuelto a pensar, charlando con una amiga, ignorante de su presencia. Aquello le hizo gracia, quizá el destino quería acercarlo a esa muchacha, pero ¿qué debía hacer?, ¿salir a correr todas las tardes, esperando a que ella volviera a pasar de nuevo con su amiga por donde él estuviera corriendo, para volver a verla por un instante?. Volvió a reír ante la estupidez
que había pensado y lo apartó de su mente.

El miércoles por la mañana volvía a su casa en el autobús. Miró por la ventana y saliendo de una calle volvió a ver a la chica. “Vaya, parece que el destino quiere que la encuentre una y otra vez”. Le pareció graciosa lasituación en que había visto tres días seguidos a aquella chica sin que ella le viera y sin haberlo forzado. Estaba seguro de que si hubiera hecho el más mínimo esfuerzo por encontrarla no lo habría conseguido. Empezó a conjeturar sobre como se llamaría. Sonia, Gema, tenía cara de llamarse así, casi estaba
seguro que así tendría que ser. Rió. De nuevo la fantasía parecía tornarse como realidad ante si. Pero ¿y si fuese verdad?, y si el destino le tuviese preparado esa chica para él, y si fuese el amor de su vida, cuántas posibilidades hay de ver a una chica a la que no se conoce de nada tres días seguidos en lugares y horas diferentes. “Olvídate”, dijo en voz alta. Deja de fantasear y vuelve a la realidad, tan solo ha sido una casualidad que tu imaginación desmesurada está sacando de quicio. Seguramente nunca vuelvas a ver a esa chica.

Seguramente nunca vuelvas a ver a esa chica. Esas palabras estuvieron presentes en su mente toda la noche. Cuando despertó el jueves se vistió rápidamente y salió a la calle,
no quería dejar la oportunidad de vivir un sueño solo por no intentarlo. Sabía lo que iba a hacer. Por los sitios donde la había visto sabía la zona donde podía vivir, no lejos de él. La última vez que la vio iba sola y salía de una calle donde no había tiendas, tan solo casas, así que probablemente viviera por allí, y todo quedaba reducido a un par de calles que se cruzaban y unas ocho o diez torres. Llegó a la zona  y empezó a pasear por las casas. Antes o después ella saldría y muy mala suerte tendría que tener para no verla, y entonces qué, ¿qué es lo que haría?, mirarla, acercarse a ella y decirla el qué, que el destino les ha hecho coincidir. “Dios mío, esto es una locura”, pensó. Parecía como una de esas veces en la que veía a una chica impresionante en la playa y volvía cada día a la misma hora para ver si volvía a verla, o cuando salía a entrenar y se cruzaba con otra y pensaba que al día siguiente también estaría allí. Pero nunca estaban. Pero esto era diferente, tres días seguidos, tenía que significar algo, o al menos eso era lo que él quería pensar.

Estuvo todo el día allí paseando, vigilante, sintiendo como subía su adrenalina cada vez que veía abrirse un portal, ilusionado cuando oía una voz femenina tras de si. No había
comido por miedo a que ella saliera y no verla. Varias veces pensó que a lo mejor estaba equivocado y no viviría por allí. Quiso abandonar e irse, pero al final decía: “un poco más, espero solo un poco más y me voy”.

Y así había llegado hasta aquel momento a las doce y media en que estaba  cansado, hambriento y sabedor de que había hecho una enorme estupidez. No sabía qué le molestaba más, no haberla visto o el haber llegado a pensar que toda aquella maldita historia significaba algo. Ya no merecía la pena pensarlo, así que decidió volver a su casa. Estaba a algo menos de un kilómetro y no le apetecía esperar a un autobús nocturno, así que fue caminado.

Andaba cabizbajo, ya cerca de su casa, llegó a sus oídos el ruido de  los frenos del autobús que hacía el recorrido inverso al que el acababa de hacer caminando. Levantó la cabeza y
vio desaparecer por la puerta a una chica rubia. “No puede ser”, pensó. Ya dentro ella giró la cabeza y el pudo verla a través del cristal. “Sí, es ella”, y algo dentro de él le impulso a correr y gritar. Al oírlo ella le miró y bajo del autobús.

Se pararon uno frente al otro. Por fin tenía sus ojos mirando los suyos. Era realmente preciosa. Ahora si podía distinguir su color. Su azul cristalino le transmitían tranquilidad e
inquietud por igual. La fuerza que le había hecho correr y gritar parecía que le había abandonado. No acertaba a articular palabra:

– Tú no me conoces, mira, el lunes te vi, bueno también el martes y ayer, bueno, pero lo que quiero decir es que..

– Sabes – le interrumpió ella – te he visto en la comisaría, corriendo por el parque y dentro de un autobús, y esta es la primera vez que nuestras miradas se cruzan, y para serte
sincera me gustaría que se cruzaran muchas veces más.

A él también le gustaría. No sabía por qué, pero ahora se sentía mucho más relajado.

– Pero, ¿qué haces aquí?.

– Supongo que me trajo el destino.- respondió ella.

Y acercó lentamente sus labios a los de él, a la vez que iban cerrando lentamente sus ojos, hasta el momento en que a un tiempo perdían la visión el uno del otro y sentían el roce mutuo de sus labios. Se separaron y volvieron a mirarse.

– Es muy tarde y estoy cansada – dijo ella – Mejor nos vemos mañana.

– Me parece una gran idea – aseveró él – ¿Dónde y cuándo quedamos?.

– No te preocupes, – sonrió – volveremos a vernos.

J.M.M.

25/9/97

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Jorge Moreno dice:

    Este relato lo escribí ya hace mucho tiempo y es el más antiguo que conservo. Es una lástima, porque recuerdo algunos más antiguos, de la era del papel, que me gustaban mucho más, pero no sobrevivieron a limpiezas y mudanzas. Me parece un poco «moña», pero por ser el más antiguo vivo, y porque cuando lo releo no termino de odiarlo, he decidido ponerlo.

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    1. Marta Fontán dice:

      Pues a mi me gusta, como todo lo que leo tuyo

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      1. Jorge Moreno dice:

        Acepto tu reto, intentaré escribir algo que no te guste. ¡Muchas gracias!

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  2. Oliva dice:

    Gracias por compartirlo.

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    1. Jorge Moreno dice:

      Gracias a ti por leerlo.

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