La silla

– Disculpa. ¿está libre la silla?

– Libre. ¿Qué pasa? ¿Qué has visto que me he sentado aquí sola y has dicho: «Voy a entrarle a esa mujer tan atractiva, a ver si me la tiro»? ¿Es que en pleno siglo XXI una mujer no puede salir a tomar algo sola, sin que los hombres se acerquen babeando, desnudándola con la mirada, imaginando cientos de cosas obscenas y molestándola constantemente? ¿Es que acaso no te has parado a pensar que no solo soy un objeto, un cuerpo bonito, que tengo sentimientos, que pienso? Que si me arreglo no es porque sea una buscona, que sale a la calle a caer en brazos del primer majadero que se atreve a dirigirle la palabra. Que soy una persona inteligente, que podemos hablar de cualquier cosa, pasar horas y horas compartiendo una conversación interesante, una flor, un aroma, una obra de arte, un instante, una sonrisa, una lágrima, por qué no, una frase de un libro, conociéndonos el uno al otro, con sinceridad, sin máscaras, sin tener que caer víctimas del instinto animal. Todos, repito, todos sois iguales, absolutamente todos los hombres estáis hechos del mismo material, escoria de nuestra especie, incapaces de valorar a una mujer por ser mujer. Y digo mujer en el verdadero sentido de la palabra mujer, no en el sentido de unos pechos y unos genitales, que es lo único que se dibuja en vuestra sucia mirada. Mujer, MUJER con mayúsculas, ese concepto que ninguno de vosotros, machos, varones, pervertidos diría yo, jamás alcanzaréis a comprender en toda vuestra vida,  aunque vivierais mil veces vuestra triste, penosa y asquerosa vida….

– Disculpe, señora, sólo soy el camarero, es que a esta pareja les falta una silla para poder sentarse. ¿puedo?

-¿Ah? ¿Eh? ¿La silla? Sí, sí está libre, cógela -se gira y baja el tono-. Mariquitas. Es que hoy en día todos los hombre que valen algo son gays. ¡Qué desperdicio! Con lo mona que voy yo y el escotazo que me he puesto.