Ayer tuvimos nuestra última discusión. Todo empezó por una tontería, como siempre últimamente. Paula miraba por la ventana y me dijo que llovía. Me puse detrás de ella, abrazándola y estrechándola contra mí, besándola el cuello y pronunciando las palabras inadecuadas: – ¿Llover? Más bien chispea. Entonces empezó el sermón, que si siempre me llevas…